El estudio de la Sexología pasó de considerar las conductas sexuales como un síntoma de otras patologías físicas y mentales, a enfocarse en el aspecto fisiológico del hecho sexual humano, de la mano de científicos como Alfred Kinsey y Masters y Johnson. En este recorrido de décadas no se había prestado atención a un aspecto fundamental: El Deseo Sexual, hasta que hizo su aparición Helen Kaplan, psiquiatra norteamericana quien publica en 1974 su primer libro La Nueva Terapia Sexual.
Kaplan, quien era de tradición psicoanalítica, enfatizaba la idea de evaluar no sólo los factores inmediatos que bloqueaban la respuesta sexual, sino también los factores remotos, aquéllos que durante el desarrollo pueden haber afectado la personalidad y las relaciones, dentro de las cuales se encuentran la evitación inconsciente de una sexualidad satisfactoria y la transferencia depositada en la pareja sexual de sentimientos hostiles dirigidos a la imagen paterna.
Helen Kaplan combinaba en su aproximación terapéutica técnicas psicoanalíticas con métodos de la psicología conductual. En su libro Trastornos de Deseo Sexual incluyó la fase inicial del deseo al modelo del ciclo de respuesta sexual de Masters y Johnson, en el cual desestimó las fases de meseta y resolución por considerarlas carentes de importancia. Ella descubrió que el Sexo inicia mucho antes del coito, con el Deseo Sexual, que emana del cerebro, no del cuerpo, y que definió como "Sensaciones específicas de apetito o impulso sexual que mueven al individuo a buscar experiencias sexuales o a mostrarse receptivo a ellas", proceso que se produce gracias a la activación de centros ubicados en el sistema límbico, en el hipotálamo y en la región pre óptica.
El Deseo Sexual es entendido como la presencia de fantasías sexuales, un interés en tener sexo y la conciencia de que la actividad sexual es una parte integrante de la persona, esto no significa que el indivíduo está buscando constantemente experiencias sexuales, sino que acepta su capacidad para tener sexo y que, bajo circunstancias correctas, tiene el interés de involucrarse en una situación sexual o de iniciarla. Los mecanismos que disparan el Deseo Sexual han permanecido idénticos en esencia a lo largo de toda la evolución humana.
Con el descubrimiento del deseo también surge el estudio de los Trastornos del Deseo Sexual como un problema clínico que se puede encontrar aún cuando el desempeño sexual sea satisfactorio, un problema difícil de abordar y tratar en la terapia pues no se resuelve estudiando la fisiología de la respuesta sexual. En el Deseo Sexual median tanto marcadores biológicos como preferencias particulares adquiridas a través de la experiencia.
El Bajo Deseo Sexual - conocido como Deseo Sexual Hipoactivo DSH - ocurre con una supresión del potencial erótico y un sabotaje del romanticismo, causado por enojo, estrés, resentimiento y conflictos internos en torno a la intimidad, el sexo y el amor; se trata de pacientes que reducen su excitación inconscientemente enfocados selectivamente en los aspectos desventajosos de la pareja, en sus defectos, eliminando así las fantasías que los conducirían a la intimidad.
Gracias a su descubrimiento, Helen Kaplan participó como asesora en la redacción del DSM III (1980), el Manual Estadístico de los Trastornos Mentales que incluyó por primera vez en esta edición los Trastornos Psicosexuales o Disfunciones, entre los cuáles figuraba el Deseo Sexual Inhibido, que en la revisión posterior del DSM III-R (1987) pasó a dividirse en Trastorno de Deseo Sexual Hipoactivo (TDSH), definido como una ausencia total o parcial de fantasías y de interés de involucrarse en cualquier actividad sexual, y el Trastorno de Aversión al Sexo, fobia que impide todo tipo de acercamiento sexual.
La American Psychiatric Association estima que alrededor del 20% de la población mundial presenta Trastornos del Deseo Sexual, y hasta la actualidad el TDSH es el motivo más frecuente de consulta sexológica.
Kaplan inició una línea de investigación que seguirían más sexólogos interesados en el tema. Hoy sabemos gracias a sus aportes que el sexo inicia en la mente, y que lejos de lo que se piensa, tener fantasías sexuales es absolutamente saludable, tanto que debemos buscar orientación cuando no hacen su aparición.
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