Te
levantas después de una mala noche y prendes el teléfono. Te aparece un post
sobre la depresión con una lísta de síntomas entre los cuáles está el insomnio,
y llegas a la conclusión de que estás deprimido. Comienzas a seguir a psicólogos
y coaches, le das like a sus posts y el algoritmo te muestra mil más. Sin
levantarte de la cama ya te has autodiagnosticado, así que decides comprar un
programa en línea para deshacerte del insomnio o apuntarte en una clase de yoga
para volver al equilibrio, o buscar una sesión de terapia psicológica.
Esta
historia se repite una y otra vez, es una realidad de los tiempos que corren.
Muchos profesionales de la salud mental escriben posts y hacen videos para
aportar soluciones a los problemas que aquejan a la humanidad en estos
momentos, desde la psicoeducación con consejos genéricos o para vender algún
producto o servicio.
Esto
pareciera muy positivo, pero se trata de información no solicitada que en un
momento de vulnerabilidad – algo humano y normal, no patológico – puede detonar
una enfermedad mental ¿por qué?:
Porque
nuestro cerebro está diseñado para protegernos y si creemos que estamos mal
entraremos en un estado que nos impulsará a querer buscar la solución
rápidamente (aunque sólo se trate de algo fisiológico).
Porque el
sistema de confirmación reticular ascendente de nuestro cerebro, conocido como percepción
selectiva, más el efecto similar del algoritmo nos llevará a información que
confirme nuestra hipótesis de que estamos enfermos – profecía autocumplida-.
Porque si
leemos información positiva y nos sentimos mal, nos sentiremos culpables de no
estar bien, eso generará una hipervigilancia sobre la calidad de nuestros
pensamientos (esto es sumamente tóxico).
Porque si
estamos en un estado de ánimo donde hay una sensación de pérdida, amenaza o
injusticia, nos compararemos con otros y eso exacerbará nuestra negatividad y
confirmará la idea de que estamos mal, nuestro futuro será terrible y en
entorno que nos rodea no puede ser peor.
Porque
–aunque esta no sea la intención – historias de personas anónimas y famosas que
han superado enfermedades mentales han romantizado las patologías y han
distorsionado la experiencia de las mismas (que es personal y no transferible), produciendo una empatía que mimetiza
y procura comportamientos que pueden generar malestar emocional.
Porque
esta red social está montada sobre un sistema de reforzamiento intermitente,
que genera gratificación con cada like y cada contenido que aparece que “parece
hecho para nosotros” esto genera FOMO – Fear of missing out o miedo de perderse
de algo –un circuido que refuerza la recompensa de mantenerse por horas en el
teléfono, aislándonos de la vida real y las relaciones sociales que son una
gran fuente de bienestar.
El
bienestar es una decisión, es voluntad, disciplina, amor propio y hábitos. No
hay solución mágica para vivir en equilibrio, no hay receta que le sirva a
todos, no existe “el retiro que me cambió la vida” o “la herramienta definitiva
para ser feliz” eso es mercantilizar la felicidad, eso es meter en una cajita
la salud emocional, eso es vender lo que está dentro de ti, es buscar
soluciones afuera y comprarlas en lugar de hacer el trabajo que empieza cuando
sales de esa clase, de ese curso o de esa sesión de terapia.
Invertir
tiempo y esfuerzo haciendo contenido para una red social que está creada con la
intención de generar una adicción, porque “todos están ahí” es algo para
pensar, y no se trata de satanizarla sino de ser criticos, de analizar todo el
poder que le hemos dado y cómo ha afectado nuestra vida y nuestra salud después
de la pandemia.
Si bien,
como todos, también he usado mi instagram para publicar contenido de mi
trabajo, de sexología – que es mi especialidad – lo hago para informar en un
tema que aún genera mucho tabú, de manera orgánica, sin calendario, disfrutando
lo que subo, con el corazón y extraño cuando era una red social de fotos
divertidas.
Toda la movida para SANAR nos está poniendo a
dudar de nuestra cordura y de nuestra capacidad innata para ser resilientes. Hay cifras muy interesantes en
torno a los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) y cómo han aumentado
después de que salió Instagram en 2012 (vean en Netflix el documental El Dilemade las Redes Sociales)
La invitación es a ESCUCHARNOS primero porque todas las respuestas están dentro de tí cada uno de nosotros y a BUSCAR AYUDA PROFESIONAL INDIVIDUALIZADA para solucionar cualquier dificultad porque cada uno requiere de herramientas diferentes y sólo un psicoterapeuta especializado es quieb puede acompañarte en tu proceso.