Wallis y Eduardo el día de su boda, 4 de mayo de 1937
El 10 de diciembre de 1936 Eduardo VIII de Inglaterra, primero en la línea de sucesión al trono británico, abdicó a la corona para casarse con una mujer dos veces divorciada, la norteamericana Wallis Simpson. En ese momento declaró: "Todos ustedes conocen las razones que me han inducido a renunciar al trono. Quisiera hacerles comprender que, al tomar esta resolución, no he olvidado en absoluto al país o al Imperio, a los cuales, primero como príncipe de Gales y más tarde como rey, he dedicado veinticinco años de servicio. Pero pueden creerme si les digo que me ha resultado imposible soportar la pesada carga de la responsabilidad y desempeñar mis funciones como rey, en la forma en que desearía hacerlo, sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo". Esta historia de amor que desafió todos los obstáculos se cuenta bellamente en la película W.E. (2011) dirigida por Madonna.
Ayer, 81 años después de la boda de su tío abuelo, Harry - el sexto en la línea de sucesión al trono británico - se casa con una mujer también norteamericana y también divorciada, Meghan Markle. Sin embargo, pese a la modernización de esta institución monárquica tan antigua como rígida, en el hemisferio occidental no es bien vista una fémina divorciada, es considerada una amenaza.
La mujer divorciada puede haber tenido muchas menos parejas - sexuales y románticas - que su congénere soltera, pero será juzgada mucho más duro que ésta pues porta la letra escarlata de que no se conformó, no aguantó y desafió una institución social que aún - machistamente - se considera es la mujer quien la debe proteger a toda costa, y esto es un estigma social.
La mujer divorciada se convierte en el peligro de las reuniones familiares, pues la primas casadas consideran que puede subyugar la voluntad de sus inocentes esposos y novios; es señalada de problemática por sus propias amigas, porque "no lo intentó lo suficiente", porque no toleró las infidelidades, porque no sólo pensó que merecía más, sino que actuó en consecuencia para salir de ese ambiente doméstico que la oprimía. Así es culpabilizada, es la victimaria porque "hombre no deja a mujer", y ella, legítimamente harta, decidió irse de una relación sin futuro.
La mujer divorciada, después que pasa el duelo de la ruptura, debe comprender que no es un fracaso, sino una oportunidad para aprender de los errores cometidos en la pareja y no volverlos a repetir en una nueva relación. Si te divorciaste no permitas que esa experiencia te defina, no te sientas heridas por comentarios impertinentes de los demás, hazte cargo de ti misma, no saltes de hombre en hombre para llenar vacíos, y ábrete al mor sano, bonito y comprometido que mereces y que sí existe...eso es vivir en Sexo y Alma
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