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domingo, 10 de enero de 2016

Reflexiones EN FEMENINO: Hipocresía, enfermedad moderna



Fue un 26 de septiembre la última vez que la vi con vida. Ese día, tras la defensa de mi tesis, tras 4 horas de disertación animada y fructífera, de la máxima calificación y la mención publicación, en medio de un brindis familiar me dijo una frase lapidaria que sería, sin saberlo las dos, también el corolario de su despedida: cuídate de la gente, te saludan con una sonrisa, te abrazan y ante el menor descuido, te asestan una puñalada, te traicionan sin el menor resquemor.

Esas palabras de mi hermana, que ese día me regaló un bolígrafo con el deseo de que lo usara para poner mi rúbrica en mis documentos profesionales, me parecieron exageradas...si bien ya había experimentado una cuota importante de bullying en mi vida, la idea de que el mundo profesional era aún más amenazante me resultaba propia de aquéllos misántropos que asumen la sociedad como una selva donde solo sobrevive el más apto. Yo quería creer que no, pensaba que la cordura primaría sobre la envidia ¡Que inocente era! ¡Cuán equivocada estaba!
 
Un mes después mi hermana Catherine fallecía en un accidente de aviación. Cinco meses después mi papá exhalaba su último aliento sobre su tumba, con un infarto fulminante. Menos de un año después descubrí que el mundo laboral era, al igual que la vida real, un terreno agreste y hostil. Años después sus palabras resuenan como un eco poderoso en mi memoria. La recién graduada periodista es ahora escritora, y muchas personas quienes vieron mi evolución desde lugares privilegiados,quienes con un abrazo y una sonrisa se ganaron mi confianza, repentinamente han hecho uso de esa daga que hiere las emociones y destroza los afectos. Ella tenía razón, y una nueva madurez hoy me reviste, ahora más cauta, se que la confianza es una rara avis que sólo se entrega a quien en realidad la merece.

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