Estos meses de pandemia, distanciamiento social y cuarentena tomaron por sorpresa nuestra vida y sus rutinas. Entendimos más que nunca el peso de nuestros hábitos y la importancia de nuestros afectos para nuestra salud.
Después de negarnos a aceptar la realidad, como en todo proceso de duelo, digamos que aquí a quien estamos despidiendo es aquello que considerabamos nuestra normalidad cotidiana, con todo lo que ello abarca, hemos llegado a la aceptación, un concepto difícil de manejar porque la entendemos como rendición y resignación, con toda su carga de sentimientos y pensamientos negativos.
Aceptar aquello que no podemos controlar nos hace recobrar el poder para actuar sobre lo que si podemos. Rendirse no es bajar los brazos frustrados y exhaustos, rendirse es entender que no somos todopoderosos y que está bien sentirnos ansiosos, vulnerables, tristes, rendirse es entender que hay circunstancias más grandes que nosotros y que debemos aprender a nadar en estas aguas turbulentas para no perecer.
Una cosa es lo que vivimos, otra lo que pensamos de ello - interpretación -y otra lo que pensamos acerca de nuestras emociones y sentimientos en ese momento, donde es inevitable que intervengan los juicios de valor. Los pensamientos negativos nos llenan de emociones negativas que a su vez refuerzan estas interpretaciones en un círculo autodestructivo. Cabe destacar que un pensamiento negativo no tiene ningún poder sobre nuestra mente o nuestro cuerpo si no nos asusta, si no nos identificamos con él y lo dejamos ir, el problema viene cuando le damos vueltas y lo resignificamos de forma catastrófica, nos fusionamos con él de tal forma que nos define.
La única forma de curar nuestra emociones en sintiéndolas, especialmente las desagradables. Cuando no las aceptamos y nos peleamos con ellas vienen la depresión y la ansiedad, se instauran de una forma difícil de manejar, obligándonos a mirarlas dse frente, a sentir el dolor, el miedo y la tristeza hasta que se agoten. La buena noticia es que mientras más las sintamos, más rápido pasan.
Aceptar la realidad fáctica como la verdad que es nos libera y repara emocionalmente. La aceptación nos pone en el camino de la acción para transformar lo que no nos gusta, nos perrmite fluir con aquéllo que no podemos controlar sin resistirnos, nos permite pasar de por qué al para qué...y ese ha sido una de los regalos más valiosos de este tiempo.
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